Posverdad a debate
(A) Los antecedentes inmediatos del problema planteado en el proyecto se sitúan en 1992, cuando S. Tesich por primera vez utiliza en público el término “pos-verdad”. Desde entonces el uso del término se ha hecho masivo hasta el punto de que en 2016 fue declarado término del año por el Diccionario Oxford. También en España fue uno de los términos propuestos por la Real Academia de la lengua como término del año. A partir de ahí todos los medios de comunicación y redes sociales la han adoptado como diagnóstico de la actualidad: estamos “en la era de la Posverdad” (Ibañez, 2017).
Este acelerado proceso ha culminado durante la pandemia de COVID-19. La difusión de noticias falsas o distorsionadas o medias verdades respecto al origen, desarrollo y consecuencias de la enfermedad ha provocado el aumento del problema y de las dificultades para atajar un asunto en principio exclusivamente sanitario. La manipulación de la información se ha convertido en un elemento central en la pandemia y el control por la difusión de la información ha sido una de las batallas principales en este periodo. Hasta el punto de que la OMS “convoca a expertos internacionales para investigar el efecto de bulos y teorías de la conspiración sobre la COVID-19, una emergencia paralela al virus que denomina «infodemia» y sobre la que quiere abrir un nuevo campo científico” (EL DIARIO.ES, 29-6-2020).
La actitud que representa la posverdad ha mostrado un gran potencial de desinformación, distorsión e incidencia social, hasta el punto de que ha podido hacer fracasar las estrategias sanitarias frente a la enfermedad. Las consecuencias políticas de esta actitud han sido también notorias, lo que se ha convertido en un reto para las sociedades democráticas. Es preciso redefinir la relación entre el conjunto de la sociedad y la generación y difusión de la información. Esto afecta a todos los ámbitos sociales y a todas las ramas del saber.
Desde el punto de vista social toda la problemática de la posverdad gira en torno a tres núcleos. En primer lugar la posverdad aparece ligada al mundo de la información y del periodismo. El colectivo de los periodistas se ha visto a la vez con la responsabilidad inicial y en el centro de la diana de las discusiones públicas. En segundo lugar, la percepción social relaciona todo el fenómeno de la posverdad con las tecnologías de generación y difusión de la información. En este ámbito han tenido gran difusión mediática los intentos de creación de sistemas automáticos de identificación de la mentira. Tanto desde la Informática (inteligencia artificial) como desde la Psicología (termografía) se están haciendo grandes esfuerzos en esa línea. Y en tercer lugar, la percepción social del problema de la posverdad sitúa el centro de las consecuencias de la posverdad en él ámbito político. Ha llegado al público general la influencia en elecciones y decisiones políticas de las campañas de intoxicación mediante la difusión de información distorsionada o falsa.
(B) En el fondo de este reto está la actitud ante la verdad y su valor normativo en la acción social. En el ámbito filosófico esta problemática viene desarrollándose al menos desde principios del siglo XX. En paralelo con el devenir de la racionalidad en el contexto de la crisis de la Modernidad, la concerpción de la verdad adquiere formulaciones muy diversas, según la corriente filosófica a la que esté adscrita (J.A. Nicolás, M.J.Frápolli, 2012) . Hasta siete modelos de teorías de la verdad pueden encontrarse en dicho periodo, y dentro de ellos multitud de configuraciones distintas.
En toda esta diversidad pueden detectarse determinadas líneas de pensamiento que de algún modo han contribuido a preparar el escenario en el que el fenómeno de la posverdad hace su aparición. Así, en toda la tradición de la filosofía hermenéutica no normativa desde M. Heidegger se ha ido relativizando el valor normativo de la verdad en búsqueda de aspectos no racionales de la verdad para conseguir la superación del epistemologicismo. Esta línea pasa por H.G. Gadamer (el juego como modelo para concebir la verdad) hasta autores como Rorty o Vattimo que han proclamado “una verdad sin correspondencia” (R. Rorty, 1994) o incluso el “adiós a la verdad” (G. Vattimo, 2009).
Paralelamente en la tradición de la filosofía analítica del lenguaje se ha desarrollado toda una línea desde el neopositivismo lógico hasta la actualidad que propugna la deflación del valor de la verdad, en el sentido de reducir la tarea de una teoría de la verdad a la explicación de una determinada expresión lingüística. El caso más espectacular quizás sea la teoría de la verdad como redundancia de A.J. Ayer (1935), en la que se propugna el abandono de la expresión misma “veradad” porque es innecesaria. Todo lo que se puede hacer en el lenguaje con esa expresión, puede hacerse también sin ella.
De este modo, desde diversas corrientes filosóficas se ha ido preparando el para que el fenómeno posverdad estallase masivamente hasta pretender nada menos que convertirse filosóficamente en un tercer valor de verdad (V/F/Pv) y socialmente en un diagnóstico de nuestra época (“la era de la posverdad”). Este trabajo intelectual desarrollado durante décadas ha desbordado los medios académicos y ha ido calando en la sociedad hasta llegar a los medios de difusión en términos de que “la verdad no importa” (J. Salas, EL PAIS, 28-1-2018) o que estamos en “el triunfo de la mentira” (J. Cercas, 26-8-2018), en “el fin de la verdad” (A. Navalón, 24-1-2018) o incluso en “la muerte de la verdad” (M. Kakutani, 2019).
(C) En el caso del grupo de investigación del proyecto hay también antecedentes de trabajo en esta problemática. El IP del proyecto ya publicó en 1997 el volumen “Teorías de la verdad en el siglo XX” en editorial Tecnos (Madrid), reeditado después en 2012 revisado y aumentado con el título “Teorías contemporáneas de la verdad”. También sobre este tema ha publicado los volúmenes “Verdad y experiencia” (1998) y “El valor de la verdad” (2001).
Más en concreto sobre la cuestión de la Posverdad el mismo IP ha presentado conferencias como “¿Posverdad? No, gracias” (2017), “Posverdad: alcance y límites de un fenómeno complejo” (2018), “¿Somos latinos hoy? A propósito del caso de la verdad” (2019), “Posverdad: cartografía de un fenómeno complejo” (2019), “Pasará la pandemia, quedará la Posverdad” (Ateneo de Granada, 2020). También ha publicado artículos como “¿Posverdad? No, gracias” (2019), “Posverdad: cartografía de un fenómeno complejo” (2019), “El valor del derecho a la verdad” (2018), “Posverdad: más allá de los bulos” (2020) y “Mentidemia” (2020). Y otros miembros del equipo de investigación y colaboradores: F. García Moriyón, “Democracia y verdad. Segunda aproximación” (2013); J. Roldán, “Verdad y mentira en tiempos de coronavirus” (2020), J.M. Faramiñán, “Reflexiones jurídicas y filosóficas acerca de la posverdad“; M. Bermúdez, “Análisis de los mecanismos posverdaderos” (2020); y J. Tuñón, “Actores europeos y desinformación. La disputa entre el factchecking, las agendas alternativas y la geopolítica” (2019).
Asímismo ha habido actividades públicas organizadas en colaborción entre varios miembros grupo de investigación como “III Día de la verdad” (2019), J.A. Nicolás y M. Bermúdez, o el “Simposio Posverdad” integrado en el “II Congreso Comunicación y Filosofía” (2019) Lucía Ballesteros, M. Bermúdez y J.A. Nicolás. También hay antecedentes de publicaciones conjuntas como el número monográfico de la revista “Diálogo Filosófico” dedicado a “Posverdad” con participación de J.A. Nicolás, M. Bermúdez y J.M. Faramiñán. Está ya en prensa el volumen colectivo “Estamos comunicados” en el que participan varios miembros del grupo de investigación y del grupo de trabajo del proyecto: Juan A. Nicolás, Lucía Ballesteros, M. Bermúdez, J.M. Faramiñán (2020).
Con estos antecedentes de colaboración el equipo se encuentra en buenas condiciones para dar un paso adelante en el análisis, valoración crítica y elaboración de alternativas frente al reto de la Posverdad. Este avance en la investigación incluye la colaboración a nivel internacional concretada más adelante.